Permanecer relevante en el mundo de la moda, manteniendo al mismo tiempo mi ética, fue algo con lo que tuve que lidiar.

Publicado por el equipo Slow Fashion Next

Dado que las cuestiones sobre sostenibilidad y ética se volvieron más importantes en mi vida, empecé a cuestionar si “permanecer relevante” era realmente un problema. ¿Era sólo una inseguridad que desarrollé tras 15 años de publicidad diciéndome que no era lo suficientemente buena si no seguía la última tendencia?. Me di cuenta de que las dudas que tenía en realidad ocultaban una profunda verdad. Estaba insegura sobre quién era yo, y el fast fashion sólo perpetuaba esa confusión.

Comenzando por la adolescencia, ya que la mayoría de nosotros lidiamos con problemas de identidad en esa etapa, me pregunté quién era y cómo quería presentar a esa persona al mundo. Un año me sentía gótica y al siguiente año hippie. Tan rápido cómo desechaba una identidad (y la ropa que la acompañaba), la reemplazaba con una nueva.

Tiendas como Hot Topic, Wet Seal o Forever 21 proporcionaban ropa moderna a precios muy baratos, y alimentaron mi búsqueda con un montón de basura y residuos. Aunque estoy agradecida por esos años de exploración, que duraron demasiado tiempo, y mucho más allá mis años de angustia adolescente.

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Fragmento de la película The true cost

Durante la facultad, y en mi carrera como modelo, esa confusión no desapareció. Con más tiendas nuevas como H&M y Zara, nunca quería parar y pensar en mi propio estilo personal, el que reflejase lo que yo era en mi interior. Quería mantenerme al día con las tendencias y permanecí presa de las listas “Hot and Not” de la publicidad y CEOs del fast fashion.

No fue hasta mi graduación, convirtiéndome en vegana e investigando los enormes problemas medio ambientales que nos rodeaban, cuando empecé a preguntarme quién hacía mi ropa.

El estreno en Nueva York del documental “The true cost” fue el impulsor de mi viaje. 

Publicado después de la catástrofe Rana Plaza el 24 de abril de 2013, pone en relieve la asombrosa desigualdad a la que los trabajadores de la confección son sometidos. Se muestra el horror de las 1.134 personas que murieron y los más de 2.500 que fueron heridos en Dhaka, Bangladesh, cuando el complejo se derrumbó. Pero, a pesar de obtener mi título en Biología, el efecto masivo de la ropa que usamos en el medio ambiente no se me había ocurrido antes. “The true cost” demuestra cómo y por qué la industria de la moda es el segundo mayor contaminador de la Tierra, sólo menos dañina que la industria del petróleo”

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Cartel de la película The true Cost

Esta película no sólo fue una revelación, sino que también marcó un gran punto de inflexión en mi vida.

Sabía que algo tenía que cambiar y que mi consumo sin sentido del fast fashion debía parar. Mi verdadera identidad, que ya no sólo era cuestión de la apariencia externa sino algo más profundo, fue capaz de tomar forma. Limitando mis adquisiciones a prendas manufacturadas con consciencia y consumiendo sólo lo que verdaderamente necesitaba, cada prenda de ropa que iba a tener a partir de ese día fue necesaria para reflejar la persona que realmente soy. Mi ropa también tenía que durar, lo cual significaba que tenía que estar cómoda con esa identidad por un largo periodo de tiempo.

Por primera vez me vi obligada a preguntarme a mí misma, “¿Quién soy?” y “¿Cómo presentaré esta persona al mundo?”. Aunque fue difícil al principio, con práctica y tiempo he sido capaz de conservar un fondo de armario con el que me siento segura llevándolo una y otra vez. Tengo piezas que son sostenibles y fabricadas éticamente. He formado una colección cápsula única de ropa que refleja mi verdadero ser.

“Limitando mis adquisiciones a prendas manufacturadas con consciencia y consumiendo sólo lo que verdaderamente necesitaba, cada prenda de ropa que iba a tener a partir de ese día fue necesaria para reflejar la persona que realmente soy”

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Río con residuos textiles y tintes

Ahora sé que la elección de ropa que hago tiene un gran impacto. “Se compran 80 billones de prendas de ropa cada año, y sólo damos uso al 20% de lo que tenemos en nuestro armario. El promedio de desecho textil de cada estadounidense es de 37kg cada año, formando así 11 toneladas de residuos textiles en EEUU”. Por ello, renunciar al fast fashion reduce enormes cantidades de residuos tóxicos en los vertederos. Sin demasiado esfuerzo por parte de los consumidores, comprar menos y elegir bien, también reduce la degradación de los canales de agua y ecosistemas de la Tierra.

El cambio climático es real. Estamos utilizando los recursos de la Tierra a una velocidad nunca antes vista. Para mantener la vida de la manera que los humanos estamos viviendo ahora mismo, necesitaríamos siete planetas Tierra. Las pequeñas cosas que hacemos individualmente a diario se suman a combatir el cambio climático. Pregúntate, “¿Quién hace mi ropa?”, y deja de apoyar a las marcas que abusan del trabajo, o investiga los efectos medio ambientales que provoca tu ropa.

Fashion Revolution y una de mis marcas favoritas, Zady, tienen grandes cantidades de información en sus páginas web y está disponible de forma gratuita. Y, si no has visto la película The true cost, está disponible en su página web, Netflix, Amazon y iTunes.

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Grupo de mujeres preguntándose “¿Quién hace mi ropa?”

Renunciar al fast fashion no sólo ha sido un viaje estimulante y divertido con mis prendas, también me ayudó a encontrar seguridad en cómo me presento a mí misma al mundo.

Nunca subestimes el poder de las pequeñas acciones diarias, ya que se suman a una enorme reducción de nuestra huella de carbono. No sólo vas a respaldar a los seres humanos y al planeta, sino que, incluso, puedes descubrir más información sobre ti mismo.

Fuente del artículo: Model4greenliving

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