Si a menudo te preguntas cómo empezó todo, desde cuándo te dedicas a coleccionar moda-basura en tu armario o cuándo te diste cuenta de que no puedes parar… Escucha. Es momento de darle al pause, congelar la imagen y leer un poquito sobre todo esto.

Se me ocurre que, aunque estamos en plena vorágine informativa sobre moda sostenible (y buena falta hace), quienes leéis estas líneas partiréis de situaciones muy diversas: hay quien se acercará a estos conceptos con timidez, mientras otros ya lleváis un tramo recorrido y habéis iniciado nuestro lavado de conciencia fashionista hace más tiempo. En todo caso, lo que no podemos obviar es que estamos hablando de responsabilidad.

Interpreto por voluntad propia un papel en el que me siento como pez en el agua. Quiero agitar conciencias. Facilitar el camino. Quitar la venda de los ojos de tanta gente que, como yo, tiene en la moda su pasión y su razón de ser. Y también me gustaría hacerlo con quien simplemente pasa por aquí buscando saciar su hambre consumista o su ansiedad, devorando algo que podríamos decir que hoy goza de uno de sus mejores momentos, por lo extendido que está en el mundo, con permiso de la tecnología y de los deportes de masas.

Hoy se habla de moda, de ver moda, comprar moda, diseñar moda. La Moda está de moda.

Lo malo de todo esto, entre otras cosas, es que inevitablemente implica sentirnos en una gran espiral en la que cuesta moverse y empleamos ingentes cantidades de energía en separar el grano de la paja, distinguiendo el fenómeno de la cosa o el gusto y la elegancia de su copia en versión fast fashion.

Bajando a terrenos concretos, os quiero explicar algunas cosas que voy guardando a lo largo del tiempo en relación con la moda sostenible o slow. Hablaré basándome no sólo en lo que conozco, leo, estudio, veo y oigo sino también en lo que vivo: anécdotas propias o ajenas que conforman esta colección particular. También va a ser mi misión compartir con vosotr@s cómo entiendo y vivo la conexión de la moda con su aplicación más directa: la costura y la artesanía. No sólo os quiero acercar a las marcas que hoy en día las tienen como enseña, sino también a los fenómenos que van tomando la calle y nos hacen disfrutar en primera persona de este mundo de expresión maravillosa y que cumplen una función social.

Entiendo en todo caso la moda como algo que va de abajo a arriba, es decir, nos acercamos mayoritariamente a ella desde una perspectiva de usuarios, así que quisiera empezar por hablaros de consumo.

El mundo como mercado y las personas como consumidores.

Muchas de las acciones que nos acompañan en nuestra vida cotidiana han entrado de manera inconsciente e inevitable y no hemos pensado casi nunca desde cuándo ni por qué. Estaban ahí, fruto de la cultura del momento en que nos ha tocado vivir.  La mayoría de ellas conforman nuestras rutinas diarias y se derivan de necesidades que hemos de satisfacer pero en el caso de la moda entran muchos más factores que hacen que el análisis del tema sea complejo, pero no nos toca ahora hacerlo.

Confieso que la palabra consumo, el concepto, me produce una especie de cosquilleo que no proceso muy bien. Cuando me he de dirigir a las personas o hablar de ellas en función de si compran o de qué compran, mi visión del ser humano se reduce a una faceta que no es la que me gusta más. El rol de consumidor deja de lado nuestras capacidades más positivas, pero no escapamos a esa clasificación. Está en el aire y a toda hora escuchamos ese modo de describirnos, pero la verdad es que no me gusta. Por poner un ejemplo,  los informativos, desde que empezó la crisis, se abren mayoritariamente con titulares económicos. ¿Habrán conseguido que creamos que eso es lo más importante?

Consumir es el uso o disfrute de un bien material o inmaterial que normalmente lleva asociado un intercambio que puede ser de dinero o no. Pero se nos ha ido de las manos, así que estaríamos hablando de consumismo.

Parece que tenemos al mundo secuestrado por el mercado y a nosotros agobiados por la falta de tiempo para disfrutarlo. Es de locos ¿no? Y en nuestro ocio a veces nos encontramos paseando por la ciudad o el centro comercial, haciendo shopping casi inconscientemente, como forma de pasar el rato. La rueda del carrusel vuelve a girar… vivimos para trabajar y trabajamos para comprar, ¿no estaremos viviendo para comprar?

Esta idea me recuerda las palabras de José Mujica, expresidente de Uruguay: “No compramos con dinero sino con tiempo de vida que se gastó para tenerlo. La vida es el primer valor y la trampa del consumismo es esa, porque es una máquina de devorar vida. Así mismo el derroche es una forma de esclavitud contemporánea”.

La acción de consumir debería ser un acto consciente en el que tengamos el control y el poder de decisión sobre todo lo que conlleva, sobre el antes ¿Dónde, quién y en qué condiciones se hizo?, el durante ¿Lo necesito? ¿Cómo y dónde lo consigo?, y el después ¿Qué haré con ello cuando ya no lo use? Así puede ser algo que nos empodere y a su vez contribuya a la sostenibilidad global.

La falsa democratización de la moda versus el síndrome de Pretty Woman

Alguna vez me cuesta entender algunas cosas viendo la televisión como, por ejemplo, a alguna señora de muy alto copete hablando divertidísima de haber adquirido ciertas prendas de su estupendo y  privilegiado vestidor en un establecimiento de la cadena del señor Ortega, o cuando en algún programa que presume de conseguirnos un outfitt completo por menos de 50 euros, se las pilla (a las del copete) con carcajada autocomplaciente en una shopping morning in the mercadillo, orgullosísimas de haber gastado menos de 10 euros.

Pero ¿Cómo se explica que en los armarios VIP podamos encontrar lo mismo que en el de mi prima, la tele operadora, que a su vez, sería capaz de gastar el sueldo de un trimestre en un Hermès?

¿Estaríamos hablando, pues, del término de dudosa procedencia denominado democratización de la moda? ¿o de lo que yo denomino el síndrome de Pretty Woman? La pasarela baja a lo terrenal  en forma de marcas de moda rápida a precios populares y los trabajadores de minijobs aspiran a comprar marcas de lujo. ¿Es la moda un fenómeno socializador? ¿Queremos (y podemos), de verdad, vestir todos igual? ¿Por qué parece haber en las mujeres esa aspiración a sentirnos como princesas (versión antigua) o como estrellas de cine o de rock (versión moderna) a través de la ropa? Bueno, esto merece otro post aparte.

Cuando oigo hablar a marcas que deslocalizan su producción y, después de cerca una década de ganar dinero a ex puertas sacan al mercado una colección low cost, de calidad infame para venderla en hipermercados y lo llaman fenómeno democratizador, me genera en la piel algo similar a la urticaria. Es el caso de Custo para Lidl.

El poder de decidir.

“Hoy en día la producción de moda se basa en una compra constante generada por la adrenalina y la emoción”, afirma Dilys Williams, directora del Centro de Moda Sostenible en el London College of Fashion. “Cada uno tenemos un mini vertedero en el armario”. Vaya frase ¿verdad?

La revolución en la moda, como objeto de consumo, ha de venir según Susana Saulquin, socióloga de la moda y autora de La muerte de la moda, el día después, no de la industria o la producción sino del consumidor consciente, que va a ser el verdadero motor del cambio. Coincidiendo con ella, Brenda Chávez, en su libro “Tu consumo puede cambiar el mundo” que se publicará este mismo año en la editorial Planeta, afirma que ha llegado el momento de pasar a la acción y de responsabilizarnos de aquello que consumimos para cuestionar los esquemas preestablecidos y  poder generar nuevos modelos.

Apoyando estas ideas y llevándolas aún más allá se han desarrollado algunas aplicaciones que permiten, leyendo el código de barras del artículo, acceder a información sobre ingredientes, procedencia, etc.

El joven emprendedor Iván Pardo nos convierte directamente en activistas mediante la tecnología. Ha desarrollado la aplicación BuyCott que ofrece la posibilidad de boicotear empresas y productos. Él cree que el poder del consumidor está directamente relacionado, al menos en EE.UU, con los movimientos sociales y pretende crear una plataforma que haga que las voces de los consumidores sean escuchadas por las corporaciones a la hora de cambiar.

En España tenemos la pionera The Circular Project que, además de tienda física en Madrid, es la primera app de moda sostenible.

La pedagogía del consumo.

Pero ¿Qué ocurre cuando queremos hacer cambios? Al intentar indagar sobre el consumo en España, particularmente en moda y textil, desde un punto de vista responsable, y desde un acercamiento cotidiano, buscando qué herramientas encontramos a nivel general que nos ayuden a concienciarnos y a aprender a mejorar, me he topado con un desierto. Es muy difícil acceder a información o bien hay muy pocas iniciativas, especialmente por parte de las administraciones públicas, quienes tienen la obligación de cuidar de estos aspectos en nuestra educación como ciudadanos.

La cuestión se centra en informar de nuestros derechos como consumidores.  Entre ellos se encuentra el derecho a la información (transparencia en el proceso de fabricación del producto) y a la educación y formación en materia de consumo, pero salvo algunas excepciones en pocas comunidades autónomas, no parece ser objeto de interés general y en todo caso está enfocado más a enmendar errores que a educar para comprar mejor. En otra ocasión ahondaremos en esta cuestión vital que tiene que ver con el etiquetado de la ropa y complementos, y desde luego con la obsolescencia programada de este tipo de artículos, en los cuales encontramos que es realmente minoritario hablar de garantía del producto, al contrario de lo que ocurre con otros objetos que consumimos. ¿Acaso no interesa?

Alternativas para  no quedarnos de brazos cruzados.

Aunque se podría creer que hay poco que hacer, que no nos dejan margen de maniobra, no es así, pero sigue siendo tarea de valientes.

Informarnos, reflexionar y empoderarnos son fases que han de desembocar en experiencias en las que demos nuestros primeros pasos en el cambio que el mundo necesita de nosotros respecto a la moda. Podemos atrevernos a comprar a quien ya se está esforzando en hacerlo mejor (nuestras pequeñas marcas y diseñadores de proximidad). También adquirir prendas de segunda mano o vintage. Ganaremos en estilo, ya que saldremos de la uniformización y podremos encontrar prendas que nos identifiquen, personalizadas y muy diferentes de lo más comercial.

Y aún más cosas:

No comprar o reducirlo a la mínima expresión

Ya habréis oído hablar del alquiler y del trueque. Es fundamental investigar en nuestro entorno porque hoy en día la proliferación de espacios físicos y online va en aumento, incluyendo tiendas efímeras y mercadillos de intercambio de fin de semana. Y algo fundamental: perder el miedo y los prejuicios.

Iniciativas diferentes y divertidas de probar en la línea del minimalismo son: Proyecto 333 de Valentina Thorner, en España, The Six ítems challenge, o la recién descubierta por mí The Great Amercan Apparel Diet. En las que se trata de reducir la cantidad de prendas de nuestro armario, poniéndolo directamente a dieta, sin apenas comprar. ¡Te sorprenderán los resultados!

Hacerte tu propia ropa o encargarla

Esta es mi parte favorita. Porque la pasión por ello ¡se me sale por las costuras!

Viví en contacto con la confección en casa o muy cerca, pero era una cosa de abuelas o de necesidad que no me inspiraba gran respeto. La explosión de las revistas de moda en mi juventud me descubrió un mundo de expresión y creatividad que me resultaba fascinante y al fin, mucho tiempo más tarde, soy una crafter convencida, aunque practico menos de lo que me gustaría. Así que la opción de la costura como método de autosuficiencia es una reivindicación en toda regla. Y os aseguro que si yo puedo, es que se puede.  ¡Que viva el DIY!

Iremos descubriendo la experiencia de vestir, no sólo de comprar y podemos aprender cómo hacer nuestro propio vestuario.

Moda de Comercio Justo

Puedes adquirir prendas certificadas, como los fulares diseñados por Judit Mascó, que son confeccionados en la cooperativa Creative Handicrafts en la India. El estilo hace tiempo que ha llegado a este tipo de productos. Descúbrelos.

Los grupos de consumo

La gente empieza a organizarse de manera colectiva para acceder al producto acortando los circuitos de comercialización y estableciendo pagos justos a los productores. Suele darse en contextos de consumo local con el objetivo de potenciar la economía de una zona o territorio concreto de una forma más sostenible y en España se empezaron a crear a partir de movimientos vecinales, de barrio y de las asambleas surgidas del movimiento 15-M.

Aunque de momento la cesta de la compra suele estar compuesta mayoritariamente por alimentos de la huerta ha empezado a ampliarse a otros productos. ¿Os lo imagináis con los diseñadores y pequeños productores de moda? ¿Os apuntáis a organizar uno en vuestra zona?

Quisiera concluir afirmando que el mundo de hoy es un mundo lleno de preguntas pero quiero decir en voz alta y con convencimiento que la moda es capaz de transformar e influir positivamente en las personas y que este es el momento de devolvernos a nosotros mismos la capacidad de valorar, decidir y disfrutar de la ropa de otra manera.

Mi intención en este blog es compartir estas informaciones e inquietudes con vosotr@s, y hacer el camino juntos, siempre desde la participación y hacia el lado constructivo de las cosas.

Si os apetece, os invito a contarme vuestra opinión o vuestras dudas acerca del papel de consumidores de moda dejando vuestros comentarios. ¡Nos vemos pronto!

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